domingo, 16 de febrero de 2020

Gala y los niños de colores


 
Gala iba paseando por el mundo real, pero cerca de su mundo imaginario, cuándo vio algo que la llamó la atención. En el parque, había algo parecido a un niño subido al columpio, pero ese niño era de otro color. Se acercó para indagar porque nunca había visto niños de ese color o de otro distinto al suyo.
—Hola, —saludó Gala— ¿Qué eres?
—Soy un niño, —respondió el niño extrañado.
—No, un niño soy yo, en este caso una niña.
—No, yo soy el niño.
—Pero no puede ser: eres de otro color.
—Yo no, eres tu la que es de otro color. Yo siempre he sido así.
—Y yo, —afirmó Gala todavía más confusa.
—La verdad es que esto es un poco raro, —reconoció el niño de otro color— porque nunca he visto niños de tu color.
—La verdad es que sí. Parece que los dos somos niños.
—Eso parece. ¿Y que hacemos? —preguntó el niño de otro color.
—No sé. Solo se me ocurre que podemos jugar juntos.
—Buena idea, porque para jugar no importa de que color somos.
—Tienes razón: no importa el color.
Gala y su nuevo amigo de otro color, se turnaron en el columpio empujándose y se lo pasaron muy bien. Después se fueron al tobogán a tirarse por la rampa.
Se lo estaban pasando tan bien que no se dieron cuenta de que otra niña se acercaba al tobogán.
—¿Puedo jugar con vosotros? —preguntó la niña y Gala y el niño de otro color la miraron asombrados.
—No sé: el tobogán es solo para niños, pero no estoy seguro que eres, —respondió el niño de otro color, y mirando a Gala preguntó—: ¿Qué opinas?
—Si nosotros somos niños, aunque seamos de colores distintos, —razonó Gala— ella, aunque sea de cuadros verdes y rosas, también lo será. ¿No?
—Tienes razón. El que tengamos apariencia distinta no nos impide ser amigos y jugar juntos.
—Eso pienso yo también, —dijo la niña de cuadros verdes y rosas.
Y los tres se pusieron a jugar juntos y se lo pasaron muy bien, porque para eso, ni para nada, el color de la piel importa.
 
Creative Commons 16/02/2020 2002163103664